12 de junio de 2013

El Hogar de las Hadas

Tras la puerta de entrada al Hogar de las Hadas, hay un inmenso jardín que es la entrada a un bosque infinito. En el Hogar de las Hadas conviven armoniosamente Hadas y Brujas (cuándo una Bruja se va definitivamente al Otro Mundo, ¿se convierte en Hada?... ¿son entonces las Hadas los Espíritus de los Antepasados de las Brujas?). Hay Brujas removiendo sus calderos, otras lavan ropa en el río, otras recogen flores, otras tejen sus ropas en los telares... (desde luego no veo a ninguna haciendo el tipo de tareas que se llevan a cabo en oficinas, colegios y demás sitios, que desde luego no son el lugar natural para una Bruja). Mientras, las Hadas, como abejitas, se afanan de aquí para allá, y llenan todo con el tintineo de sus alas y el reguero de brillo que dejan tras de sí cada vez que se mueven. Veo que las Brujas son todas hermosas, jóvenes unas y ancianas otras, y su pelo, suelto o recogido, rojo como el fuego o blanco como la nieve que trae el invierno, es siempre largo, y sus puntas prenden, igual que las puntas de sus faldas, cuando bailan alrededor de un fuego. Mujeres Antiguas y Sabias, protectoras del Legado Ancestral.




2 de abril de 2013

Donde Tabiti no habita

¡Qué fuerte! Estaba pensando... una trabajadora del hogar, ¿es una chacha? Hogar... ¡es mucho decir! Porque qué expresión tan bonita para una realidad tan fea. Yo soy una trabajadora de mi Hogar. Pero muchas mujeres reconocen, exasperadas, que se les cae la casa encima. Y entonces en esas casas vacías, deshabitadas, tiene que entrar una mujer de fuera para hacer el trabajo que no se hace desde dentro. Por lo que no siempre son motivos económicos apremiantes los que fuerzan esta situación antinatural.

El otro día un trabajador del aluminio me decía con toda la franqueza: Pero en casa, ¿qué haces?, y la verdad que se notaba que no tenía ni idea de lo que se hace en casa de uno, ni mucho menos del concepto de hogar. Este chico, que es de nuestra edad, me contaba que plega tarde con gusto y premonición (a juzgar por los treinta minutos de cháchara que me tuvo en la cocina para lo que fue un simple ajuste del junquillo de la ventana), y que además luego se va a jugar a fútbol con los amigos o a tomar una cerveza con algún compañero. A la pregunta de qué haces en casa, le respondí: Bueno, a lo mejor cuando tengas tu familia lo ves diferente. Y me dijo: No, si estoy casado. Y entonces yo: Um.. pues entonces, ¿estar con tu mujer?. Y él: ¡Mi mujer...! Si el otro día, que ya sabía yo que llegaba tardísimo a casa por la noche, me encontré con que no había nadie, y la llamo al móvil, y me dice que del gimnasio se ha ido con las amigas del gimnasio a tomar algo.

Lo contrario del Círculo Verde de la Savia Sabia. Es el pez que se muerde la cola. Hasta que descubran que no tienen más en común que las facturas (y ya a veces ni eso, pues con las cuentas separadas cada cual acuerda pagar la mitad de la luz o la factura del agua y del gas, pero no la de la luz) y mucha bulla inoportuna cuando se ven, y total para qué, así que se manden a paseo.

Donde habita Tabiti, hay un Hogar. Un Hogar donde habita una niña Koré imbuída con el espíritu de Hestia, o quizá una niña Circe, una Hécate, diosa de brujas, y Mujer Salvaje, alineada entonces con el espíritu de Tabiti /¿qué extraño condimento añadieron las estrellas al conjuro de mi nacimiento?/, una diosa más primigenia y esteparia, que tomará sus propias decisiones y vivirá su propia vida, a veces hasta el punto de rebelarse contra casi todo (discurso familiar, social, cultural). Una bruja que hallará en su casa el espacio natural para su modo enérgico pero tranquilo, espiritual e intelectual, caótico pero también hacendoso, místico y terrenal.

Circe the Sorceress (1911) British painter John William Waterhouse.